jueves, 5 de noviembre de 2015

El Esoterismo Templario.

El presente artículo se ocupa de diversos puntos del esoterismo templario con referencia especial a los Estatutos Secretos de la Orden del Temple o "Libro del Bautismo de Fuego". La autenticidad de este documento no es cosa unánimemente aceptada ni mucho menos. En definitiva, que la cuestión es comprender de donde sale cada cosa en esos Estatutos y que quiere realmente decir. 

Logrado esto la autenticidad surge como muy evidente. Es lo que intentaremos al menos esbozar aquí. Un estudio serio y coherente del esoterismo templario exige para ser fructífero amplitud de criterio y diversidad de líneas de avance. De no encararse de este modo nos encontraremos inevitablemente con callejones sin salida y preguntas sin respuesta. 

Tales situaciones frecuentes han dado lugar muchas veces en el pasado a soluciones conjeturales que tienen excusa pues la complejidad del problema del esoterismo templario es muy grande. Remitimos a nuestros trabajos en este sitio web "La Orden del Temple ayer y hoy" y "Dante Alighieri y la filiación templaria de los Fedeli d'Amore" para evitar en lo posible innecesarias duplicaciones al respecto. 

Es indudable que en el Temple dejaron su huella multitud de corrientes espirituales de las más diversas: druidas, cátaros, drusos, alquimistas, iniciados del Islam, cabalistas, gnósticos y masones. Esto para no mencionar sino a lo más evidente pero, desde luego, tal diversidad de contenidos complica y mucho el hallar un hilo conductor. 

Es común la idea de que en la Orden existía un sincretismo que acumulaba ideas muy heterógeneas que se iban incorporando al Temple por los más distintos caminos. Pero la realidad es que, como destaca Guénon, los antiguos iniciados sabían apreciar muy bien la unidad doctrinal subyacente tras una aparente diversidad de formas externas. Es por ello que por ejemplo Dante emplea un lenguaje a menudo tomado del cristianismo y otras veces de la antiguedad greco-romana y no hace esto llevado por un sincretismo superficial. 

De hecho, y como señala Guénon, "la metafísica pura no es ni pagana ni cristiana, es universal. Los misterios antiguos no eran paganismo pero se superponían a este". Es necesario comprender, y esto es lo que le cuesta mucho a algunos, que la via iniciática se halla por arriba de las formas religiosas tradicionales exotéricas. Esto es lo que le permite desarrollarse adoptando como ropaje exterior cualquiera de esas formas o ninguna. 

Mencionaremos a continuación las líneas de estudio que aquí trataremos brevemente y a las que cabe calificar de no convencionales. Todas ellas prometen aportes de mucho interés y nada impide volver en el futuro sobre este tema para darles el desarrollo más extenso y cuidadoso que merecen. De hecho nos hallamos ante una verdadera labor detectivesca donde habrá que rescatar piezas de evidencia casi siempre de manera muy indirecta, buscando indicios significativos y destacando paralelismos o analogías evidentes entre líneas iniciáticas tradicionales en apariencia muy distantes tanto en el tiempo como en el espacio. 

Este hecho ya ha sido subrayado múltiples veces por Guénon y sus continuadores y permite, una vez más, poner de manifiesto la unidad esencial subyacente en todas las formas tradicionales auténticas. En primer lugar tenemos a los Fedelli d'Amore, filiación laica del Temple que ha merecido extensos estudios de muy distinguidos especialistas tales como René Guénon, Luigi Valli, A. Ricolfi, Arturo Reghini, Aroux, Rossetti y otros. 

Esta parece ser una de las vías más promisorias de estudio y coloca a Dante Alighieri como figura clave en el centro mismo del problema. Y ahí viene en nuestra ayuda la obra colosal del erudito español Miguel Asín Palacios "La Escatología Musulmana en la Divina Comedia" reeditada por Hiperión, Madrid, 1984. De interés puede resultar también el pequeño libro de R. H. Shamsuddín Elía "Dante y el Islam", Buenos Aires, 1998. 

Una de las claves principales la proporciona el mismo Dante cuando recoge ideas de fuentes iniciáticas islámicas aún cuando se cuida muy bien de mencionar explícitamente esas fuentes. Cosa que sorprende pues no menciona nunca ni al Profeta Mahoma ni al célebre Iniciado español murciano Mohyiddin ibn'Arabi (el más grande de los Maestros espirituales del Islam y de quien Dante mucho toma) pero no tiene en cambio reparos en citar a Avicena y a Averroes. 

Por último debemos mencionar, ya en relación directa con los Estatutos Secretos o "Libro del Bautismo de Fuego" a la meditada y documentada obra del Dr. Hans Prutz "Geheimlehre und Geheimstatuten des Tempelherrenordens". Sin embargo esta peca de cierta rigidez, siendo una típica producción de un Gelehrte que lo desconoce todo o casi respecto de la Tradición Esotérica. Esto hace que, al aferrarse únicamente a las pocas pruebas asibles y tangibles sobre la tradición interna del Temple de que él disponía, llegue este autor a conclusiones puramente negativas sobre la autenticidad del texto que nos ocupa. 

Ejemplo de esto que decimos es que prácticamente niega la existencia histórica del Maestre Roncelin de Fos por no disponer él de mayores datos al respecto. . Pero Prutz acepta en su totalidad las actas del proceso como algo fidedigno y de ahi concluye, a nuestro juicio inválidamente, la no autenticidad del "Libro del Bautismo de Fuego". 

La obra de Prutz contiene sin embargo datos del más alto interés en cuanto que el Estatuto Secreto que nos ocupa existía sin duda alguna. Todo se reduce a establecer si el conocido y reproducido aquí es el auténtico. Prutz presenta una serie de evidencias al respecto. De particular importancia es la cita de Michelet concerniente al testimonio del Caballero Gervais de Beauvais quien afirmó haber visto en poder de uno de los superiores de la Orden junto a los estatutos comunes y conocidos de 1128 otro libro con estatutos que este mantenía muy oculto y del que afirmó que "por ningún precio se lo enseñaría a nadie". 

Tambien cita Michelet (vide Prutz, loc. cit.) al Caballero Bertrand de Marignac quien se sentía obligado "post multas promissiones de statutis et secretis ordinis observandis ab eo factas". El Gran Maestre Templario Thomas Berard (o Berault) ( su desempeño fué en los años 1256-73 según fuentes de la Orden del Temple de Jerusalen, según Prutz en 1265-72) mandó quemar muchas copias de los Estatutos Secretos, manteniendo unas pocas en manos de los más leales y encumbrados Caballeros del Temple.

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